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38. Te acompaño

38. Te acompaño

   Una noche, caminando por tus rincones, paseando por tus estrechas calles y subiendo las cuestas empinadas de tu pueblo decidí encontrarme contigo. Fui en tu busca  persiguiéndote porque necesitaba  verte, necesitaba saber que allí te encontrabas y que no me abandonarías en los momentos que necesitaba estar contigo, y quería que supieras que estaría a tu lado.

 

   Tus lágrimas caen de tus ojos e inundan tu cara de tristeza y en la noche brotan tus sentimientos más profundos mientras seguías a tu Hijo. Hoy no puedes dejarlo solo y yo, otro año más, quería estar contigo para acompañarte en tu dolor.

 

   Nunca pensé que en un día sin buscarte la suerte llamaría a mi puerta, que pudiera conocer a la Dolorosa más hermosa, que un día quedaría unido con la tierra que te cuida y que año tras año hace que vaya en tu búsqueda. Desde entonces intento no faltar porque ahora te conozco, te admiro y necesito de tu compañía cada Semana Santa.

 

   Hoy, noche de Jueves Santo, las lágrimas caen desde más arriba porque Dios quería que sufrieras un poquito más. Pensé que no podría verte caminar por la calles de La Alberca, las gotas hacían pensar que muchos no podríamos disfrutar  de ti, de tu caminar.

 

   Creí que no podríamos estar contigo para cuando te encontraras con tu Hijo muerto en la Cruz, pero el milagro se hizo. Dios dejó de llorar y tú, valiente, no quisiste inundar de tristeza amarga a la gente que quería contemplarte, no querías quedarte en casa, mientras tu pueblo impaciente esperaba poder admirarte por los lugares más bellos por los que sueles transitar.

 

   Pasa el tiempo, pero parece que por ti no, cada año estás más bella a pesar del dolor de tu semblante.

 

   Majestuosa saliste, contuviste las lágrimas un segundo y miraste al cielo, nosotros mientras conteníamos el aliento en un puño porque un año más podríamos estar contigo.

 

   La plaza está repleta, la muchedumbre en silencio te contempla, solo el sonido de los tambores nos recuerda que estamos de luto. Continuamos nuestro camino, doblas la esquina y ahí estoy yo, no puedo dejar de mirarte, necesito encontrarme contigo, necesito que sepas que estoy ahí, que te acompaño en tu dolor.

 

   Este año el miedo ha hecho que el recorrido sea más corto, el camino se hace más leve, pero me conformo, solo necesitaba que la luna iluminara tu cara, saber que podría disfrutar del encuentro con tu Hijo y que supieras que no estarías sola.

 

   Ahora el silencio se hace más presente en el centro de tu pueblo, poco a poco entras en la plaza, caminas lentamente y ya puedes ver a tu Hijo de frente. Te acercas a la cruz y a sus pies lo miras, esperas que todo acabe, el sufrimiento llega a su fin, Cristo ha muerto.

 

   Vuelves a casa y yo te espero a la entrada, quiero despedirme de ti, ya queda menos, solo algunos días para poder acompañarte el próximo año por las calles de La Alberca.

Para quíen me la dió a conocer, mi Dolorosa alberqueña.

1 comentario

mariposa -

¡qué bonitoooo! me ha gustado mucho. ¿quién es la dolorosa alberqueña? ¿la conozco? jaja!!