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Puntatarima

49. En primera línea.

Ya estamos en pleno verano y  la playa se convierte en una carrera de obstáculos para ver quién coge la primera fila.

Tienen que ir sorteando todas las sombrillas, sillas, toallas, chanclas… todo lo que te encuentras de camino al cielo, porque algo así deben sentir los viejos cuando consiguen colocar sus quitasoles.

Un día de estos los veo ya dentro del agua con todos los artilugios reglamentarios para una mañana playera, hay que ser los primeros en la orilla aunque me cubra el agua por el cuello.

Llegan las ocho y media de la mañana y ves como un grupo de señores mayores se acercan a la orilla para “poner el puesto”, porque a esas horas quién coño va a madrugar en vacaciones, ellos o la playa estaría desierta.

La plantan y luego a desayunar, a recoger a la señora y a hacer la compra para luego poder bajar a una hora decente y tener el sitico bien cogidico.

Aunque peor son aquellos que la dejan puesta la noche anterior. Un día se me cruzan los cables y cuando vuelva de fiesta las quito todas, menuda cara se les iba a quedar. Deberían hacer como en algunas playas del litoral levantino, prohibirlo con motivo de multa.

Verdaderamente las primeras filas deberían ser para los padres angustiados, porque cuando se descuidan un minuto ponen en aerta todo el dispositivo “buscaniños”.

Si los ponemos a pie del agua con un simple ¡lleva cuidado!, ¡no te vayas de la orilla! Lo mejor es cuando dicen algunos, si te pierdes busca la sombrilla verde, la de “Estrella de Levante”, ¿pero que se creen? ¡ Cómo si fuera la única en toda la playa!

Luego pasa lo que pasa, te ves a nenicos llorando por la arena ¡mamaaaa, mamaaaa!  Y entonces si que la hemos liado.

Pero no hay que preocuparse simpre encontraremos al que llamo yo “viejecito playero” para ir al encuentro de los padres, claro, ¡cómo ellos tienen primera fila!

El caso es que ves a los ancianitos sentados en primera fila costera mirando hacia el mar y teniendo todo bien localizadito… sobretodo a esas jovencitas que van con sus mini bikinis.

3 comentarios

el anciano de antes -

Eso quisiera yo, sentarme, aunque fuera a hablar con la familia. Pero entre que estoy bastante sordo, y que mi yerno dice que estoy amortizado, y que no me entero de nada, está la cosa cruda. De todas formas, te agradezco la intención, porque veo que te preocupas por tus mayores, lo que es bastante raro en jovenes marchosos como tu. Así que gracias.

puntatarima -

Querido anciano yo lo que te recomendaría es que te sentaras a hablar con la familia porque el trabajo diario al que estás sometido en verano es bastante estresante.

Un anciano -

Ten en cuenta que nuestra vida en la playa es muy dura.

La familia nos obliga a levantarnos de madrugada, para que bajemos a la playa a poner la sombrilla y coger sitio, y hay sombrillas que pesan un montón, y a veces desde la casa hasta la playa hay dos kilómetros.

Luego, antes de que todos se levanten, tenemos que ir a hacer los recados, que nos han apuntado (cosa necesaria, dada nuestra menguante memoria) la noche anterior: complar el pan, la leche, el periódico, el tabaco, para la familia todo, claro. Ni se nos ocurra comprar algo para nosotros. Además, nos dan las perras justas, ni sisar podemos.

Luego, cargados como burros, de vuelta a casa, y rápido ¡Ay de nosotros si nos enrollamos con algún conocido, y llegamos tarde al desayuno!.

Luego toca ayudar a levantar y vestir a los nietos, y darles el desayuno, y bregar con ellos. A continuación, nos mandan con los peques a la playa (ya iremos dentro de un ratico, dicen los padres/madres, mientras se quedan desayunando y leyendo el periódico tan ricamente). Así que otros dos kilómetros hasta la playa, arrastrando niños, o siendo arrastrado por ellos, que no sé qué es peor. Una vez allí, y antes de poder recuperar el resuello de la caminata, nos encontramos con que han cambiado las sombrillas de sitio, aunque eso pronto se soluciona: con cara de inocentes desplazamos a los intrusos antes o después. Y, si dicen algo, soltamos aquello de !hay que ver, meterse con un pobre abuelo, que vergüenza! (esto hay que gritarlo, cuanto más alto, mejor, y poner cara de pena, mientras se coge de la mano a los crios más chicos).

Al final, viene el resto de la familia, pero no nos podemos relajar, no señor, porque enseguida nos buscan entretenimiento: guardar las cosas mientras ellos se llevan a los niños al agua, vigilar a éstos cuando salen, y así, y muchos días ni a bañarnos nos da tiempo, y acabamos quemaos del sol.

Así que cuando nos ves, al final del día, sentadicos y callados en la orilla, es que estamos muertos de tanto curro. En cuanto a lo de las gachís en bikini, piensa que la vista es, ya, lo único que nos funciona un poco, aunque a la mayoría cada vez peor, por lo que no sabemos nunca fijo si es una gachí o un tio bueno (sobre todo con la moda del top less), lo que nos dá mucha vergüenza y apuro, por aquello del qué dirán.
Así que menos coñas con los viejos.